14 may 2011

Emily no se daba por vencida -o al menos no solía-, pero a las 02:45h de hoy las ojeras se le acomodaban bajo las pestañas más que nunca, un tic nervioso en el mismo emplazamiento bailaba al ritmo del reloj y sus nudillos parecían irritados, rojizos. 

Esta vez no protestaba por las réplicas de Josh, no contestaba y se hallaba en el silencio de sus gritos de colerizo. Tampoco asomó la mirada por el ventanal a primera hora de la mañana, ni bajó al jardín para acariciar el césped con la yema de los dedos como cada Domingo, como cada madrugada del séptimo día hacía. 

Algo no iba bien. Josh lo sabía -ella también-, pero lo realmente asombroso era que ni siquiera Fer había acudido a la habitación para despertarla con sus lamidos de felino hambriento. Emily había despertado sola, o quizá nunca se hubiera acostado realmente.

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