23 may 2011

Ella nunca temía, sólo esperaba con el corazón en un puño. Y si él no había llegado al final del día, sus pestañas se empañaban de humedad y recuerdos de ayer. 

Por ejemplo, la mañana del 13 de Noviembre de hace cinco inviernos. Las campanas estaban a punto de dar las siete, así que se mantuvieron preparados. Al oírse su grave compás desmedido por sus risas, empezó el vuelo; Agitaron los brazos y las piernas tumbados en la arena frente a la plaza Paraíso. Se sostenían la mirada mientras dejaban impregnados en el granulado dos seres angelicales de alas simétricas. Cuando el sol atravesó sus pupilas con un rayo de luz y las llenó de ella, comprendieron que era hora de recoger las maletas y dirigirse hacia el aeropuerto. El aeropuerto que desde siempre habían deseado no tener que ver nunca. 

Y ahora Érika se veía atrapada -los viernes- al otro lado del cristal, con una taza de chocolate caliente y una camisa de cuadros azules sobre los hombros. A veces le acompañaba un libro -también los viernes-, a veces no. Pero lo que estaba claro era que, mientras observaba la fusión de las luces de San Francisco, las carreteras pobladas de autos y las farolas centelleando -solo centelleaban los viernes-, había una hoguera en su pecho que nunca permitía el dominio de la oscuridad, que la mantenía siempre a salvo, ya sea del amor o del recuerdo. 

1 comentario:

  1. tenes esa forma desprolija y tan pero tan no se como llamarla, que hace que sea inevitable imaginar cada detalle de tu historia, la cual podemos leer y leer y nunca cansarnos.

    en verdad, me pasa eso.
    hay solo dos personas que escriben historias que no importa lo largas que sean, siempre las leo y me qued con ganas de seguir leyendo porque me transportan. vos sos una de ellas.

    un saludo desde la lejania.

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