19 may 2012

Son palabras que hieren, bocas que se necesitan. El beso de una mariposa que salió volando tras otros vientos, decidiendo abandonar el corazón que hizo florecer sus alas. Encerrado en el tronco de un árbol, la máquina de los engranajes oxidados busca alcohol que la consuele, de algo que la coloque. Los botellas de madrugada ahogan gritos en las gargantas más cerradas, en los cuerpos más inestables. Nos llamamos entre llantos y lágrimas, ensombrecidos por la desesperación, la añoranza y las preguntas sin respuesta. Perdidos entre la muchedumbre de la gran avenida, nos asalta una duda. ¿Realmente estamos mejor así? 

Siempre necesitados de alguien que nos proteja, y que a la vez nos haga más fuertes. Las debilidades se convierten en virtudes, y las alegrías en alegrías dobles. Seccionamos nuestra vida a trozos, en momentos de más fulgor y distintas intensidades que amplificaron nuestras sonrisas cuarenta grados más. Los vértices, desaparecen. El vértigo, desaparece. El temor, siempre presente. Estamos hechos de la misma materia que compone nuestros órganos pares, para que nunca nos falte, para que nunca me faltes. Para que respiremos el mismo aire que nos atraviesa los pulmones, y nos fulminemos las miradas, derritamos las pupilas y uniformemos todo lo abstracto en un vacío que nos llene. Mis entrañas se ven sucias, y descuidadas. Tu ausencia me marchita las costillas que antes adorabas con tus manos, acariciabas con tus dedos. Las yemas de aquello que parecía eterno. 

No confundo términos, los asocio por la armonía de sus sonidos. Te cuido y me descuido. Hablo y me desoriento. Te hice caer, conociste el abismo de los pozos sin fondos, las penas de los que no lloran, y las alegrías de los que la desconocen. Acepta mi torpe imperfección y mi imagen desaliñada. Ajustaré los límites de mi cabeza a la definición de tus pensamientos. Conoceré tus mundos y tus selvas. Procuraré ser una brújula, una que nos indique la hora en vez del Norte y nos mutile la respiración en una obligación de permanencia. Seré la estabilidad de nuestros deseos, el equilibrio de nuestras metas, la mano que te guíe hacia el futuro que tú elijas. Porque amor, la vida no espera por nosotros, y el tiempo ya se fue. Desperdiciarlo aumenta el vacío que en nosotros se instala, el que a mí me deja sin aire cada mañana cuando compruebo que no estás. Desapareces cuando quieres estar. Admite al menos que no lo podemos evitar. El olvido no es para nosotros.


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